“El Canto de los Cuervos”
Acrílico sobre cartón entelado
Dos aves se encuentran: una con el brillo intacto de la vida en los ojos, otra con el peso elegante de la muerte en los huesos. No se temen, no se ignoran.
Se miran desde planos distintos, unidos por una misma melodía antigua que sólo los cuervos conocen: la del ciclo eterno, la del vuelo que nunca termina, aunque cambie de forma.
Sobre un jardín nocturno, entre hojas y flores rojas, esta obra es un pequeño ritual visual. Una plegaria en silencio, un homenaje al equilibrio entre lo que se fue y lo que aún canta.
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